El control social es un concepto dentro de las disciplinas de las ciencias sociales.[1] El control social se describe como un determinado conjunto de reglas y normas en la sociedad que mantienen a los individuos vinculados a las normas convencionales, así como al uso de mecanismos formalizados.[2] El modelo disciplinario fue el precursor del modelo de control.[3][4]
El término «control social» fue introducido por primera vez en la sociología por Albion Woodbury Small y George Edgar Vincent en 1894; sin embargo, en aquella época los sociólogos sólo mostraban un interés esporádico por el tema[5].
Algunos filósofos sociales han desempeñado un papel en el desarrollo del control social, como Thomas Hobbes en su obra Leviatán, que discute el orden social y cómo el Estado lo ejerce utilizando el poder civil y militar; así como Cesare Beccaria en su obra Sobre los delitos y las penas, que argumenta que la gente evitará el comportamiento criminal si sus actos resultan en un castigo más duro, afirmando que los cambios en el castigo actuarán como una forma de control social[6]. [6] El sociólogo Émile Durkheim también exploró el control social en la obra La división del trabajo en la sociedad y discute la paradoja de la desviación, afirmando que el control social es lo que nos hace acatar las leyes en primer lugar[7].
La teoría del control social describe los medios internos de control social. Sostiene que las relaciones, los compromisos, los valores y las creencias fomentan la conformidad: si los códigos morales están interiorizados y los individuos están vinculados a comunidades más amplias, los individuos limitarán voluntariamente los actos desviados. Esta interpretación sugiere que el poder de los medios internos de control, como la propia conciencia, el ego y las sensibilidades sobre el bien y el mal, son poderosos para mitigar la probabilidad de que uno se desvíe de las normas sociales. Esto contrasta con los medios de control externos, en los que los individuos se conforman porque una figura de autoridad (como el Estado) amenaza con sanciones si el individuo desobedece.
La teoría sociológica de mediados del siglo XX articuló una interpretación interna de los medios de control. En 1957, Jackson Toby publicó un artículo titulado «Social Disorganization and Stake in Conformity: Complementary Factors in the Predatory Behavior of Hoodlums», en el que analizaba por qué los adolescentes se inclinaban o no por las actividades delictivas. Toby argumentaba que los individuos que participaban en actividades comunitarias no delictivas pensaban que tenían mucho que perder si se unían a grupos delictivos y, por tanto, tenían un «interés en la conformidad». La noción de que un individuo está moldeado por sus vínculos con la comunidad, de que tiene un «interés en la conformidad», sentó las bases de la idea de las normas internalizadas que actúan como método de control social.
Aparte de la coordinación social, todos podemos citar restricciones religiosas que son inadaptadas, como las restricciones para aceptar transfusiones de sangre, o el uso de dispositivos anticonceptivos para evitar enfermedades venéreas o nacimientos excesivos. Pero, ¿cuántas vidas se salvaron gracias a las restricciones religiosas contra el consumo de productos de cerdo y marisco en Oriente Medio, en una época en la que no había refrigeración? ¿O incluso en tiempos más modernos, por las religiones que proscriben el consumo de tabaco, alcohol, café, narcóticos y otras sustancias que más tarde se determinó que eran insalubres y amenazaban la vida (Paloutzian y Kirkpatrick, 1995)?
Campbell está entonces «convencido de que en la historia humana pasada tuvo lugar una evolución social adaptativa de los principios organizativos, las normas morales y los sistemas de creencias trascendentes. . . [pero] los estudios evolutivos socioculturales [no prestan] atención al mecanismo que haría posible un progreso evolutivo adaptativo» (p. 1106). Así pues, las religiones, a pesar de sus fallos, han contribuido de forma significativa al control social y a la protección de la sociedad. Mi propósito aquí es examinar algunos de esos mecanismos y profundizar en algunos de sus efectos, positivos y negativos.
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Los sociólogos definen el control social como la forma en que las normas, reglas, leyes y estructuras de la sociedad regulan el comportamiento humano. Es una parte necesaria del orden social, ya que las sociedades no podrían existir sin controlar a sus poblaciones.
El control social se consigue a través de las estructuras sociales, económicas e institucionales. Las sociedades no pueden funcionar sin un orden social acordado y aplicado que haga posible la vida cotidiana y una compleja división del trabajo. Sin él, reinaría el caos y la confusión.
El proceso de socialización que cada persona experimenta a lo largo de su vida es la principal forma de desarrollo del orden social. A través de este proceso, las personas aprenden desde su nacimiento las expectativas de comportamiento e interacción comunes a su familia, grupos de iguales, comunidad y sociedad en general. La socialización nos enseña a pensar y a comportarnos de forma aceptada y, al hacerlo, controla eficazmente nuestra participación en la sociedad.
La organización física de la sociedad también forma parte del control social. Por ejemplo, las calles pavimentadas y las señales de tráfico regulan, al menos en teoría, el comportamiento de las personas cuando conducen vehículos. Los automovilistas saben que no deben saltarse las señales de stop o los semáforos en rojo, aunque algunos lo hacen de todos modos. Y, en su mayor parte, las aceras y los pasos de peatones regulan el tráfico peatonal. Los peatones saben que no deben salir corriendo al centro de la calle, aunque es bastante frecuente cruzar sin rumbo. Por último, la estructura de los lugares, como los pasillos de las tiendas de comestibles, determina cómo nos movemos por esos negocios.