La historia de narciso

Dioses romanos & diosas

Eco era una ninfa cuyo destino era repetir los sonidos y las últimas palabras de los demás. Un día vio y se enamoró de Narciso. Le siguió por el bosque, pero no podía hablar sin repetir sus palabras.

Finalmente, Narciso intentó llamar a Eco, pero fracasó ya que ella sólo podía repetir su llamada. Finalmente apareció Eco y trató de abrazar a Narciso. Narciso la rechazó y Eco corrió a esconderse. Su cuerpo se consumió mientras ella suspiraba por él. Ahora se esconde para siempre entre las hojas y las cuevas del bosque. Su cuerpo desapareció, pero sus huesos se convirtieron en rocas y su voz permanece y se puede escuchar en los valles de las montañas y en las cuevas. Como Narciso negó su amor a todo el mundo, los dioses dispusieron que Narciso nunca pudiera tener nada que amara.

Un día, mientras Narciso estaba cazando, fue a beber. Al agacharse a beber el agua se enamoró del reflejo de sí mismo. Estaba tan asombrado por esta persona que no podía moverse. Intentó agarrar la imagen pero no pudo, lo que le hizo encapricharse más de sí mismo.

Teseo

La historia de Eco y Narciso es una de las más famosas de toda la mitología clásica. Pero en realidad se trata de un caso en el que se juntan varios mitos diferentes. Narciso se ha convertido en sinónimo de amor propio, y el adjetivo «narcisista» y el sustantivo «narcisismo» se han acuñado para describir el tipo de comportamiento que él mismo exhibía.

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La mujer que le amaba, por su parte, tiene un nombre curioso: Eco. Sin embargo, Eco tiene su propia historia, y sólo fue asociada a Narciso por los romanos, y no por los griegos originales, que idearon las figuras de Eco y Narciso.

Narciso era un hermoso joven, hijo del dios Cefiso y de una ninfa llamada Leiriope. Tiresias, el vidente o profeta ciego que aparece a menudo en los mitos griegos para advertir a los personajes de que no hagan determinadas cosas, profetizó que Narciso viviría hasta ser un anciano siempre que no se mirara a sí mismo.

El problema, sin embargo, era que Narciso era hermoso, tanto que todos los chicos y chicas que lo veían quedaban impactados por su belleza y lo deseaban. Muchos de ellos se consumían en un amor no correspondido y en la desesperación porque él los ignoraba, y algunos morían de pena.

Medusa

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En la mitología griega, el hermoso Narciso vislumbró su propio reflejo en las aguas de un manantial y se enamoró. Pero la suya era una pasión imposible y, lleno de desesperación, se consumió. A lo largo de los años, el mito ha inspirado a pintores, escritores y directores de cine, así como a filósofos y psicoanalistas. La trágica historia de Narciso, enamorado de sí mismo, y de Eco, la ninfa enamorada de él, es el centro de esta colección de ensayos que exploran los orígenes del mito y algunas de sus muchas manifestaciones culturales y significados relacionados con el yo y la relación del yo con el otro. Con su análisis del mito y sus ramificaciones, los autores de este volumen amplían nuestra comprensión de uno de los mitos fundamentales de la cultura occidental.

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En la mitología griega, Narciso (/nɑːrˈsɪsəs/; griego antiguo: Νάρκισσος Nárkissos) era un cazador de Tespia en Beocia (alternativamente Mimas o la actual Karaburun, Izmir) que era conocido por su belleza. Según Tzetzes, rechazó todas las insinuaciones románticas y acabó enamorándose de su propio reflejo en un estanque de agua, al que miró fijamente durante el resto de su vida. Tras su muerte, en su lugar brotó una flor con su nombre.

El personaje de Narciso es el origen del término narcisismo, una fijación con uno mismo. Esta cualidad, a su vez, contribuye a la definición del trastorno narcisista de la personalidad, una condición psiquiátrica marcada por la grandiosidad, la necesidad excesiva de atención y admiración y la incapacidad de empatizar.

El nombre es de etimología griega. Según R. S. P. Beekes, «[l]os sufijos [-ισσος] apuntan claramente a una palabra pregriega»[1] La palabra narciso se ha llegado a utilizar para el narciso, pero no está claro si la flor se llama así por el mito o el mito por la flor, o si hay alguna conexión verdadera. Plinio el Viejo escribió que la planta se llamaba así por su fragancia (ναρκάω narkao, «me adormezco»), no por la juventud.

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